jueves, 29 de abril de 2010

27.- PENULTIMOS PASOS

Esto se acaba, señores. Ya hay algún impaciente que está preguntándose qué demonios hacemos que no trabajamos. Y es verdad, pero es que hemos tenido otras cosas que hacer. Hay que tener en cuenta que ha habido feria, que además de trastear en las motos también hacemos otras cosas, y que, encima, el tiempo no nos ha dejado trastear como hubiéramos querido, pero, no pasa nada; aquí estamos de nuevo, y en los dos últimos días de trabajo le hemos dado un buen empujón, el penúltimo empujón.
Nos habíamos quedado en que la moto había arrancado, y desde ahí no le hemos hecho nada, porque lo que quedaba era la pintura. Nos hemos reunido casi a diario para planificar cómo íbamos a pintarla, si a brocha o a pistola, con diseño por ordenador o a mano alzada, con pintura acrílica al agua o de dos componentes, monocapa o bicapa, metalizada o no. Esto, como comprenderéis, se lleva muchas horas de deliberaciones delante de una cervecita fresca, pero todo llega, y aquí están los resultados.
Antes de empezar a pintar hay que hacer un diseño, es decir, tener las ideas claras de lo que queremos hacer, aunque después salga otra cosa, pero llevar un plan preconcebido es esencial. El nuestro era este:

A continuación empezamos a preparar el sitio de pintar. Un poco más escondido que otras veces, pero es que Eolo me la tiene jurada y como yo diga a pintar, él dice a soplar.

Es fundamental, para una buena sesión de pintura, cumplir los siguientes requisitos: poner una cortina vieja de ducha para proteger la pared de posibles salpicaduras, buscar unos cuantos platos viejos de cerámica y alguna que otra herradura para impedir que se vuele, pinchar un palo en el arriate de arriba para poder colgar las piezas y tener preparados un par de botellines de Cruzcampo para que no se seque la garganta con la pintura. Otros pintan en sitios mejor acondicionados, con extractores de aire, temperatura y humedad controladas, ropa adecuada, etc., pero nosotros nos apañamos con poquita cosa. Somos así.
Una vez preparado el rincón de pintar, y dado que ya habíamos imprimado las piezas varias semanas antes, lo que pasa es que no tenemos fotos del proceso, colgamos el depósito para pintarlo de blanco y le dimos una primera mano.

La principal pega es que íbamos bastante escasos de pintura blanca y eso nos obligaba a no pasarnos dando capas, no fuera a ser que no nos llegara para todo. Después de pintar el depósito seguimos con las tapas de la batería

y con el colín.

Tras la primera mano, una inspección cuidadosa en el tenderete

nos muestra algunas imperfecciones que hay que tratar antes de seguir adelante

Nada preocupante. Un poquito de lija de agua y todo vuelve a la normalidad. Estamos descubriendo que la lija de agua es muy socorrida para estas cosas.
Acabada la pintura blanca, empieza el verdadero lío. Manolo hace un invento con laminas de transparencias para poner su anagrama

Yo, mientras tanto, me pongo a enmascarar el guardabarros delantero. Las transparencias quedan muy bien en las tapas de la batería, pero al intentar fijarlas con laca se corre la pintura y se organiza un pequeño desastre. De todas formas seguimos, por si acaso podemos corregirlo mas adelante.

Continuamos la tarea enmascarando el colín

y, finalmente, nos ponemos con el depósito. Una cara cada uno y cada uno con una técnica distinta. ¡Es dificilísimo hacer las curvas con la cinta de enmascarar tan ancha! Al final, echándole un poco de imaginación, queda más o menos bien.

Aquí abandono yo, que ya es de noche y hay que volver a casa. Manolo se queda trabajando hasta las tantas. Menos mal que esta vez sí que ha hecho fotos. Ha preparado todo para pintar en azul

y ha pintado. Me cuenta que la pintura azul era mucho más agradecida que la blanca. Suponemos que por el contraste, que antes estábamos pintando blanco sobre blanco y apenas distinguíamos por donde íbamos.

Después de pasar las piezas por la la sala de secado lento

se atreve a destapar una de las tapas laterales para descubrir que, efectivamente, la pintura se había corrido y aquello no quedaba muy presentable

así que cambió el diseño sobre la marcha y procedió a enmascarar el azul para pintar en rojo, pero de eso no tenemos fotos, así que hay que imaginárselo.
Al día siguiente, ayer miércoles, volvimos a la tarea, ya que nos quedaba laquear. Conste que nos hemos saltado todas las normas que nos han dado los expertos en pintura, porque en teoría hay que echar la laca al poco tiempo (menos de una hora) de pintar, porque si no, "se cierra el poro" y ya no agarra. Nosotros nos hemos saltado esta norma y muchas otras que nos habían dado. Ya veremos con el tiempo si era tan fundamental guardarlas o no.
Cuando llegamos teníamos las piezas envueltas en papel

a excepción de una de las tapas, que no tenía buen aspecto precisamente, y que no auguraba nada bueno

por lo que nos temíamos que debajo del papel hubiese sorpresas desagradables, de manera que desenvolvimos las piezas con la misma expectación con que un niño abre los regalos de Reyes.

Por lo pronto, la otra tapa no tenía muy mal aspecto.

Una tras otra vamos desempapelando y descubriendo las piezas

y podemos comprobar que existen algunos fallos, especialmente porque se ha colado pintura por el enmascarado, pero nada preocupante. Una nueva mano de lija de agua y todo vuelve a la normalidad.

Aprobada la inspección de calidad, pasamos a la sala de lacas, donde finalizamos el proceso dando sucesivas capas de laca dejando secar las piezas entre capa y capa en la otra sala de secado, la rápida, al solecito.

El resultado final es aceptable. Pensamos que de cero a diez nos podemos poner un siete, y no nos ponemos más porque somos humildes. Para muestra, ahí dejamos unas cuantas fotos del resultado final (a falta de otras cuantas capas de laca):

Ya queda muy poco para acabar esta moto. Habrá que ir pensando en meterle mano a otra, que esto es un vicio. No estaría mal tocar una Ducati o una Guzzi. Ya veremos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario